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Manto blanco hibernal

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[Si tienes oportunidad, escucha esta lista de reproducción mientras lees el texto y te imaginas el entorno] Este invierno la nieve ha tardado, pero ha llegado para quedarse. En la zona norte de Suecia nieva prácticamente durante todo el año, mientras que aquí, más tirando hacia el sur, nos visita a menudo durante los meses de otoño e invierno. A veces, incluso se queda a disfrutar el inicio de la primavera. La nieve me alegra los días. Para sobrellevar la oscuridad hibernal hay que hacer un esfuerzo nada desdeñable y, cuando finalmente llega, la nieve se agradece con firmeza. Le gusta hacerse de esperar. Titubea un poco en diciembre. Al empezar enero se deja llevar. Una vez decide hacerse notar, cubre toda superficie que encuentra sin dudar.  ¿Qué es lo que la hace especial? Marca un antes y un después. Señala el inicio de la nueva etapa, nos recuerda la vuelta del planeta alrededor del sol. "Hay esperanza, susurra, la primavera volverá". La oscuridad deja de crecer para, pa

Coronavirus en Suecia

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Durante las últimas semanas estoy recibiendo muchas preguntas sobre cómo se vive el gran tema del coronavirus en Suecia. Ante todo os agradezco el interés y preocupación, hablar de la situación ayuda a darle perspectiva. Si algo está claro es que esta pandemia está marcando la historia en muchos sentidos y va a generar graves consecuencias. Os animo a estar al día de cómo va evolucionando la situación y a discernir la información con ojo crítico. En momentos como el actual es especialmente importante fijarse en qué fuentes son fidelignas e intentar no contribuir a difundir miedo innecesario. Me he decidido a escribir este post sobre mi experiencia desde Suecia para que tengáis la oportunidad de ver a través de esta ventanita virtual cómo se lleva por aquí arriba. Sin embargo, me gustaría recalcar que publico este contenido a mediados de marzo y la situación cambia muy rápido. Así que recordad que para cifras y datos actualizados dentro de unas semanas podéis consultar fuentes ofici

Mi nueva nacionalidad

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De dónde venimos. Quiénes somos. Hacia dónde vamos. Demasiadas incógnitas para lo corto de nuestro periplo humano en este planeta. Tiendo a considerarme una ciudadana del mundo, me identifico mucho más con este concepto que con la idea de pertenecer a un lugar concreto. ¿De dónde eres? Pregunta del millón: tan simple para algunas personas, compleja para otras. Soy de muchos sitios y de ninguno. Mi "ser" equivale a un puzle de matices que va encajando a medida que crezco, vivo, envejezco, experimento, aprendo. Se da la circunstancia que he vivido en diferentes lugares y exprimo el privilegio de viajar cuanto puedo. Tengo una lengua materna, otra de adopción, alguna de conveniecia y varias por pasión. Cada una me abre posibilidades de entender e interpretar la realidad, desde su singularidad. Todo ello, sumado y maravillosamente combinado, define de dónde soy.   Por supuesto, semejantes realidades no suelen verse reflejadas en nuestro pasaporte, ya que por norma general

El infierno en la Tierra

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[Aviso: la temática de este post no corresponde al tópico del blog, pero sentía la necesidad de escribir sobre mi último viaje para digerir lo vivido.] Anoche me estaba acordando de cuando estuve en Auswitchz-Birkenau. Fue hace poco más de dos semanas y la primera parte que visitas es la zona museizada. Parece que el aire se congele, el sol no calienta en esas salas. En el exterior hacía casi treinta grados, pero el cuerpo se encoge al escuchar a la guía explicar el destino de las personas que pasaron por esas mismas habitaciones hace tan sólo unas décadas. Ver algunas de sus pertenencias amontonadas, cientos de miles de gafas, otras tantas maletas, ropa de bebé, restos de vida cotidiana inerte, resulta estremecedor. En uno de los barracones que visité habían colgado fotos de cientos de personas que fueron detenidas, vestidas con el icónico uniforme y fotografiadas como criminales. Un paso clave en el proceso de deshumanización, tu nombre es reemplazado por un número y pasas a

Si la guerra llega a Suecia

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Ayer llegaba a acasa del trabajo y revisé el buzón como de costumbre. Arrinconado, muy al fondo, encuentré un librito con portada en tonos anaranjados y rojizos. El título sentenciaba "Si la crisis o la guerra llegan a Suecia".  -Si se trata de un folleto publicitario, qué mal gusto-, pensé. Lo hojeé mientras subía en el ascensor hasta el último piso. A las pocas líneas me me di cuenta de que era un cuadernillo emitido por el gobierno. Todo muy oficial. ¿Me habría perdido algo? Un escalofrío me recorrió el cuerpo.  Una vez en casa y mientras picaba algo, lo examiné con curiosidad. Resultó ser una guía con todo lujo de detalles de cómo actuar en caso de que se declare la guerra, de qué forma prepararse para vivir en condiciones extremas y qué alarmas sonarían en las ciudades en caso de bombardeo. Con lo tranquilas que son estas tierras, se volvía extraño imaginar una estampa de semejante calibre. Hace apenas una semana las compañeras de la oficina me contaban con tot

Tren nocturno hacia el círculo polar ártico

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Este mes de abril he inaugurado la temporada de viajes de trabajo. Unos más accesibles que otros, destinos cercanos, por lo general, a los que se puede llegar en tren o coche. La semana pasada me tocaba estrenar ciudad sueca. ¡No me quejo! En mi tiempo libre aprovecho para explorar zonas desconocidas y poder disfrutar de ello por motivos laborales no tiene precio. Esperaba con curiosidad conocer Umeå, tan al norte, tan lejana. Además, esta vez íbamos a coger el famoso tren nocturno. Cosa que se agradece teniendo en cuenta las trece horas de viaje que se tarda en llegar. Casi nada. Había oído hablar de este tren alguna vez: recorre el país de un extremo al otro. De norte a sur. Su alargada figura crea inevitablemente una distancia generosa entre el inhóspito norte y el amable sur.  Me acercaba a la estación alegre, disfrutando de los primeros días de "calor" de este año. Por lo visto a la ida teníamos reservado un compartimento privado para tres personas, de los caros

Sobre la vida y la muerte

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En la zona de jardines de mi urbanización hay un pequeño cementerio que me había llamado la atención desde que me mudé a esta zona. Entre unas cosas y otras todavía no había entrado y ayer, llegado a casa pronto, se me antojó explorarlo.  Mucha gente me pregunta por qué me gustan tanto los cementerios. ¿Por qué no? -les respondo- ¿cuál es el tabú al respecto? Estos recintos reflejan en buena medida la cultura que los ampara. Del mismo modo que disfruto visitando yacimientos arqueológicos, castillos, simples calles o museos cuando viajo, intento incluir alguno de estos mágicos espacios. Cómo concebimos y afrontamos la muerte dice mucho de nosotros.  El sol ya se escondía en el horizonte cuando me dirigí hacia la entrada del diminuto cementerio. Lleva semanas nevando y el paisaje blanco era de lo más relajante. Antes de cruzar la verja me percaté de un cartelito que reposaba a su lateral derecho. No entendí por completo el texto, estaba en sueco antiguo, pero intuí que se tratab